Detectar alteraciones en el descanso, como ronquidos y apneas, es crucial para evitar otras enfermedades graves derivadas de la falta de oxígeno en el cerebro.

Según la OMS, la exposición a más de 55 decibeles de manera constante ya puede ser perjudicial para nuestra salud auditiva. En un concierto, los niveles de presión sonora suelen fluctuar entre 90 y 120 decibeles, muy por encima de los límites seguros.