Columnas de opinión

Por María Méndez es presidenta y fundadora de Vacation is a Human Right (VIAHR).


Ana tiene 48 años, pero pudiera tratarse de Ángela o Ricardo. Desde hace tres años se dedica por completo al cuidado de su madre, que padece Alzheimer. La enfermedad ha progresado rápidamente y requiere asistencia total para comer, vestirse e ir al baño. Su día comienza antes del amanecer y rara vez termina antes de medianoche. 


Con el tiempo, Ana empezó a notar cambios en sí misma. Las salidas se volvieron imposibles de coordinar. Las llamadas de sus amigas se quedaron sin respuesta. Los pequeños incidentes, como que su madre tirara la comida o no la reconociera, la hacían estallar en frustración. 


Su salud también se resintió. Padece dolores de cabeza constantes, insomnio crónico y un agotamiento físico y mental que la acompaña las 24 horas del día. Siente que ha perdido su identidad; ya no es Ana, sino “la cuidadora de su madre”. 


El sentimiento de pérdida y la falta de reconocimiento la han llevado a un profundo agotamiento emocional. El síndrome de burnout se ha apoderado de su vida, atrapándola en un ciclo de sobrecarga, frustración y desesperanza. 


Su caso es muy común, aunque no solemos vincularlo al temible burnout


Un estudio del Instituto Mexicano del Seguro Social encontró que una proporción significativa de los cuidadores informales (58%), principalmente de personas mayores, padecía de sobrecarga. En América Latina se estima que el 80-84% de los cuidadores son mujeres no remuneradas. 


El impacto de la sobrecarga, por tanto, es negativo. El burnout afecta la salud mental y física. Los cuidadores con sobrecarga tienen mayores problemas de salud como diabetes mellitus e hipertensión arterial, además de una alta prevalencia de síntomas de ansiedad. 


Por ello, el III Congreso Iberoamericano para Prevenir el Burnout, que se celebrará en noviembre en Cartagena de Indias, abordará entre sus temas la situación de los cuidadores. 


Lo primero es fomentar el autocuidado y delegar responsabilidades. Los cuidadores que establecen límites tienen menos probabilidades de experimentar agotamiento. Además, dormir lo suficiente (entre 7 y 9 horas) es una de las mejores formas de prevenir el burnout. 


La dieta equilibrada y la actividad física regular —aunque sea moderada— reducen los niveles de estrés y mejoran el estado de ánimo. El ejercicio, por ejemplo, libera endorfinas que actúan como analgésicos naturales y mejoran la sensación de bienestar. Nada de esto sería posible sin ayuda familiar, pero gobiernos y ONG deben legislar urgentemente para apoyar a los cuidadores esenciales.


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