Pia Arismendi

La sentencia "aceptarnos tal como somos nos hace realmente libres" encierra una profunda verdad psicológica que a menudo se pasa por alto en la búsqueda constante de la perfección o la validación externa. Desde la perspectiva de la psicología, la autoaceptación no es un acto pasivo de resignación, sino un proceso activo y transformador que libera al individuo de las cadenas de la autocrítica, la comparación y la búsqueda incesante de una identidad idealizada.


En primer lugar, la autoaceptación implica reconocer y validar todas las partes de uno mismo, tanto las consideradas "positivas" como las "negativas". Esto incluye nuestras fortalezas y debilidades, nuestros logros y fracasos, nuestras emociones placenteras y dolorosas. Desde una perspectiva humanista, como la propuesta por Carl Rogers, la incongruencia entre el "yo real" (cómo realmente somos) y el "yo ideal" (cómo creemos que deberíamos ser) genera malestar psicológico. La autoaceptación reduce esta brecha, fomentando la autenticidad y la congruencia interna. 


La psicología cognitiva también subraya la importancia de desafiar los pensamientos autocríticos y las creencias irracionales sobre uno mismo. A menudo, estas creencias se basan en experiencias pasadas, comparaciones sociales o mensajes internalizados que nos llevan a juzgarnos con dureza. La autoaceptación implica cuestionar estas narrativas negativas y desarrollar una visión más realista y compasiva de nosotros mismos. 


La teoría de la autoestima de Nathaniel Branden destaca que una autoestima saludable se basa en la autoaceptación y la autoconfianza. Cuando nos aceptamos incondicionalmente, nuestra valía personal no depende de factores externos como el éxito, la apariencia o la aprobación de los demás. Esta independencia de la validación externa es precisamente lo que nos otorga una profunda sensación de libertad interior. 


Además, la autoaceptación juega un papel crucial en la salud mental y el bienestar emocional. Las personas que se aceptan a sí mismas tienden a experimentar menos ansiedad, depresión y estrés. Son más resilientes ante la adversidad, ya que no se derrumban ante la autocrítica cuando enfrentan desafíos. En lugar de ello, pueden aprender de sus errores y seguir adelante con una actitud más constructiva. 


Desde una perspectiva de la psicología social, la autoaceptación también influye en nuestras relaciones con los demás. Cuando nos sentimos cómodos con quienes somos, somos más propensos a establecer relaciones auténticas y significativas, basadas en la honestidad y la vulnerabilidad. No sentimos la necesidad de pretender ser alguien que no somos para obtener la aprobación de los demás, lo que libera energía para una conexión genuina. 


La práctica de la autocompasión, un concepto central en la psicología budista y cada vez más integrado en la psicoterapia occidental, está estrechamente ligada a la autoaceptación. 


La autocompasión implica tratarnos a nosotros mismos con la misma amabilidad, comprensión y paciencia que ofreceríamos a un amigo que está sufriendo. Esto contrasta con la autocrítica, que a menudo nos lleva a ser nuestros peores jueces. Al cultivar la autocompasión, creamos un espacio interno seguro donde podemos aceptar nuestras imperfecciones y vulnerabilidades sin juicio. 


En última instancia, la libertad que emana de la autoaceptación no es la libertad de las consecuencias de nuestros actos o la ausencia de desafíos en la vida. Es una libertad interior, la liberación del constante conflicto interno que surge de la lucha contra uno mismo. Al aceptarnos tal como somos, con nuestras luces y sombras, nos permitimos vivir de manera más auténtica, tomar decisiones basadas en nuestros valores genuinos y relacionarnos con el mundo desde un lugar de mayor paz y seguridad interior. Este abrazo incondicional a nuestro ser es el primer paso hacia una vida verdaderamente libre y plena.

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