Pia Arismendi

La forma más alta del amor no siempre se siente como un trueno o un abrazo apretado. A menudo, se manifiesta en el tacto invisible de la consideración. Es la suavidad con la que alguien piensa en cómo una palabra podría rozar tu piel sensible, el calor anticipado de tu incomodidad ante una situación, la textura de tus preferencias grabada en su memoria. 


Percibimos su presencia en la atención minuciosa a los detalles, esos pequeños gestos que huelen a cuidado genuino. Es el aroma familiar de tu café favorito preparado sin que lo pidas, el sabor dulce de tu postre predilecto apareciendo inesperadamente, la melodía suave de una canción que sabes que te calma resonando en el aire. 


Sentimos su impacto en la inclusión silenciosa, ese espacio cálido que te reservan en sus decisiones, incluso en aquellas que podrían rozarte de lejos. No es una imposición ruidosa, sino la suave presión de una mano que te guía, la certeza silenciosa de que tu bienestar tiene peso en sus elecciones. 


En cualquier vínculo, la medida de cuánto importas no se grita a los cuatro vientos, sino que se degusta en la delicadeza de la consideración. Es el sabor dulce de ser tenido en cuenta, la ausencia del regusto amargo de la indiferencia. Se siente como la seguridad de un hogar donde cada rincón ha sido pensado para tu comodidad, donde cada elección refleja un conocimiento profundo de tu ser. 


Escuchamos su voz en la pausa reflexiva antes de hablar, en la elección cuidadosa de las palabras que no arañarán tus inseguridades. No es el silencio incómodo de la evitación, sino la melodía armoniosa de una comunicación consciente, un sonido que nutre la confianza y disipa las dudas. 


La falta de consideración, en contraste, se siente como un roce áspero, una nota discordante en la melodía de la relación. Es el sabor amargo de ser pasado por alto, el aroma punzante de la indiferencia que impregna las decisiones. 


Porque el amor verdadero no es ciego ni torpe. Tiene la sensibilidad táctil de quien conoce cada curva de tu alma, la agudeza olfativa para percibir tus silencios, el gusto refinado para anticipar tus alegrías. La consideración es ese abrazo invisible que te envuelve en la certeza de que eres visto, valorado y amado en cada pequeño detalle. Es, en esencia, la caricia más profunda que un corazón puede ofrecer. Y cuando la sientes, sabes, sin lugar a dudas, cuánto realmente importas.

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