Pia Arismendi

En el bullicio pausado de un sábado, donde la cordillera dibuja un horizonte imponente, una verdad emerge con la fuerza de un despertar: "La única persona que puede venir a salvarte es la versión tuya que está cansada de que se repita la misma situación." Esta frase, despojada de romanticismo externo, nos sitúa en el epicentro de nuestro propio poder de transformación, revelando que la chispa del cambio genuino reside en el hartazgo consciente y la decisión de romper ciclos dolorosos.


Desde la psicología, esta afirmación resuena con la teoría de la motivación intrínseca. El cambio duradero no suele imponerse desde fuera, sino que emana de un deseo interno profundo de alterar una realidad insatisfactoria. El cansancio de la repetición no es mera fatiga, sino un punto de inflexión psicológico donde la incomodidad de permanecer en la misma situación supera el miedo al cambio y a lo desconocido. Es en ese hartazgo donde nace la verdadera fuerza impulsora para la acción.


La dependencia de un "salvador externo" a menudo perpetúa los ciclos problemáticos. Esperar a que alguien más intervenga para resolver nuestros problemas o cambiar nuestras circunstancias puede llevarnos a la indefensión aprendida, la creencia de que no tenemos control sobre nuestro propio destino. Esta pasividad nos mantiene atrapados en patrones repetitivos, reforzando la sensación de impotencia. La frase, en cambio, nos empodera al señalar que la llave de la liberación reside en nuestra propia voluntad de romper ese ciclo.


Psicológicamente, el cansancio de la repetición actúa como un catalizador para la toma de conciencia. Al experimentar una y otra vez la misma situación dolorosa, comenzamos a reconocer los patrones, los desencadenantes y nuestro propio papel en la perpetuación del ciclo. Esta conciencia es el primer paso crucial hacia el cambio, ya que nos permite identificar qué es lo que necesitamos modificar en nuestros pensamientos, sentimientos o comportamientos.


La "versión tuya que está cansada" es una manifestación de nuestro yo resiliente, esa parte de nosotros que anhela el bienestar y la autenticidad. A través de la repetición del malestar, esta versión se fortalece, acumulando la energía necesaria para desafiar el status quo. No es una entidad separada, sino una faceta de nuestra propia psique que ha llegado a un punto de saturación y exige un cambio de rumbo.


El acto de "salvarse" a uno mismo implica un proceso activo de autonomía y autoeficacia. Significa tomar la responsabilidad de nuestra propia felicidad y bienestar, confiando en nuestra capacidad para generar el cambio necesario. Esta autoeficacia se fortalece con cada pequeño paso que damos para romper el ciclo, alimentando una espiral positiva de acción y logro.


Psicológicamente, este proceso puede involucrar la reestructuración cognitiva, desafiando las creencias limitantes que nos mantienen atrapados en la repetición. También puede requerir el desarrollo de nuevas habilidades de afrontamiento para manejar las situaciones de manera diferente. Y, en algunos casos, puede implicar establecer límites saludables en nuestras relaciones o tomar decisiones difíciles para alejarnos de entornos tóxicos.


En las calles vibrantes de Santiago, bajo la luz que anuncia un nuevo día, esta frase nos recuerda que el poder de transformación reside intrínsecamente en nosotros. La "salvación" no vendrá de un príncipe azul o de una intervención mágica, sino del despertar de esa versión nuestra que ha dicho "basta" a la repetición del dolor. Es en ese cansancio consciente donde se enciende la llama de la autoafirmación y la valentía para forjar un futuro diferente, un futuro donde los ciclos rotos abren paso a la posibilidad de un bienestar auténtico y duradero.



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