Durante años, el foco estuvo puesto principalmente en aumentar la velocidad y el ancho de banda disponible. Esa evolución fue necesaria y permitió acompañar el crecimiento del consumo digital. Sin embargo, el contexto actual plantea un desafío distinto: ya no alcanza con conexiones cada vez más rápidas si estas no son estables, predecibles y confiables en escenarios reales y cada vez más exigentes.