En el imaginario colectivo, alimentado por relatos románticos y expectativas sociales, persiste la idea de que necesitamos encontrar a nuestra "otra mitad" para sentirnos completos. Se nos vende la noción de que somos seres incompletos hasta que alguien más llega a llenar ese vacío, a encajar perfectamente como la pieza faltante de un rompecabezas.