Columnas de opinión

Por Nicole Revillot, Country Manager de TUU.


¿Realmente creemos que el principal problema del endeudamiento en Chile es la falta de educación financiera? Claro, entender cómo funcionan los intereses, el presupuesto familiar o el ahorro es relevante. Pero en la práctica, eso es solo una parte del problema. 


En Chile, el sueldo alcanza para los primeros días del mes. De hecho, según el estudio ¿Qué pasa con el salario? de Laborum, el 77% de los trabajadores afirma que su sueldo le dura dos semanas o menos. ¿Qué hace una persona cuando no tiene cómo pagar el arriendo, la comida o los medicamentos? Recurre al crédito. No como una decisión planificada, sino como una herramienta de supervivencia. 


Nicole Revillot, Country Manager de TUU.

Y es ahí donde comienza el círculo vicioso. Las tarjetas de crédito se han convertido en una extensión del salario. Una forma de financiar lo básico. Pero no se habla con suficiente claridad del verdadero costo que eso implica. Las entidades financieras han presentado el “pago mínimo” como una opción conveniente, casi inofensiva. Sin embargo, esa supuesta facilidad oculta una realidad preocupante: es una forma de endeudamiento permanente. 


El problema no está solo en el desconocimiento financiero. Está en los ingresos bajos, los trabajos informales, los créditos universitarios que persiguen a generaciones enteras, los gastos en salud que deberían ser cubiertos por un sistema digno, y una red de protección social que no da abasto. Todo eso empuja a las personas a endeudarse como modo de vida. 


Entonces, ¿de quién es realmente la responsabilidad? Culpar al consumidor por “no saber manejar sus finanzas” es una narrativa cómoda para un sistema que se beneficia del sobreendeudamiento. Claro que es importante educar, pero también lo es regular. Se necesita mayor transparencia en las condiciones crediticias, límites más claros a los intereses, políticas salariales que eleven el ingreso real, y programas efectivos de apoyo para quienes están sobreendeudados. 


Tomar conciencia de que el problema no es sólo individual sino estructural nos permite avanzar hacia soluciones reales. Gobiernos, entidades financieras, empresas y usuarios tenemos un rol en la construcción de un sistema más justo, transparente y sostenible. Solo a través de una mirada compartida y acciones coordinadas podremos revertir esta normalización del crédito como modo de vida y abrir paso a un modelo económico que garantice dignidad desde el ingreso, no desde la deuda.


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