Pia Arismendi

En una cultura que premia la planificación rígida y la gestión meticulosa de riesgos, la frase "El verdadero poder no está en controlar, sino en confiar" se erige como un principio psicológico liberador. Esta máxima no aboga por la negligencia, sino por una madurez emocional y una aceptación radical de la incertidumbre, revelando que la obsesión por el control es una manifestación de miedo, mientras que la confianza es la base de la verdadera influencia y paz interior. 


El Control: Una Estrategia de Miedo 


Desde la perspectiva de la psicología clínica, la necesidad excesiva de controlar es una estrategia de afrontamiento neurótica. Surge del miedo profundo a lo desconocido, a la vulnerabilidad y, en última instancia, al caos. Quien intenta controlar compulsivamente su entorno, a sus parejas, a sus hijos o a sus proyectos, está actuando desde un Locus de Control. 


Externo camuflado: teme tanto su incapacidad para manejar la adversidad, que intenta anticiparse y anular todos los factores externos de riesgo. 


Alto Costo Psicológico: El control excesivo es una fuente inagotable de ansiedad y burnout. El individuo se agota al intentar sostener una realidad que es inherentemente fluida e impredecible. 


Cuando la realidad inevitablemente se desvía del plan, la respuesta es la frustración, la ira y la sensación de fracaso personal. 


Aislamiento y Rigidez: En las relaciones, la imposición de control asfixia la autonomía de los demás, generando resentimiento y sumisión pasiva. El controlador se aísla, pues solo confía en su propio juicio y rechaza la colaboración o la diversidad de opiniones. 


La Confianza: El Poder de la Delegación y la Resiliencia 


Confiar no es simplemente esperar lo mejor; es un acto de poder activo que requiere valentía, autoconocimiento y una fuerte autoeficacia. Se trata de aceptar la realidad de que la mayoría de los eventos escapan a nuestra voluntad, y enfocar la energía en lo único que realmente podemos gestionar: nuestra respuesta. 


El poder que emana de la confianza es superior porque es adaptativo y expansivo: 


Optimización de Recursos: Al confiar en las capacidades de otros (ya sea un equipo, una pareja o el proceso natural), se accede a un poder delegado. Se libera la carga mental y emocional del control, permitiendo al individuo concentrarse en sus verdaderas fortalezas y objetivos estratégicos. 


Fomento de la Autonomía: En el liderazgo o la crianza, la confianza es el nutriente de la autonomía y la creatividad. Al no microgestionar, se empodera a los demás para tomar decisiones y responsabilizarse de sus resultados, creando relaciones basadas en el respeto mutuo. 


Anclaje Interno: La confianza final es la que se tiene en el propio recurso interno. Es la fe en que, sin importar el caos que se desate en el exterior, uno tiene la resiliencia y la capacidad para adaptarse. Este es un poder inquebrantable que no se ve afectado por el resultado de los eventos. 


En definitiva, la ilusión del control nos hace esclavos de la necesidad de perfección. La confianza, en cambio, nos otorga la libertad psicológica de operar en un mundo incierto, transformando la vulnerabilidad en potencial. El verdadero poder no se encuentra en la manipulación de las variables, sino en la serenidad que surge al abrazar la complejidad de la vida.

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