En los últimos años, Chile ha sido testigo de una verdadera revolución silenciosa: la forma en que pagamos está cambiando a una velocidad vertiginosa. Lo que antes implicaba sacar la billetera y contar billetes o buscar una tarjeta, hoy se resume en un simple toque en la pantalla del celular. Este cambio, impulsado principalmente por los Millennials y la Generación Z, refleja mucho más que una preferencia tecnológica; es una transformación cultural en torno al consumo, la confianza digital y la sostenibilidad.
Llega diciembre y con él ese torbellino de compromisos que parece no tener fin. Cierres laborales, actos escolares, compras de regalos, reuniones familiares y balances personales se combinan en una agenda que exige más de lo que muchas veces podemos dar. No es casualidad que, para gran parte de las personas, el fin de año se convierta en una etapa de sobrecarga emocional y cansancio acumulado.
A medida que se acerca diciembre, los días parecen más cortos y las exigencias más largas. Los estudiantes enfrentan el cierre del año académico con exámenes, proyectos y presentaciones que no admiten demora. A eso se suman las actividades sociales, las expectativas familiares y la presión de cumplir metas antes de que termine el calendario. Todo este torbellino tiene un costo que va más allá del cansancio: el corazón también siente el estrés.
Las pobres aceitunas a veces cargan con una injusticia culinaria: las vemos siempre como la compañía del vino, la cerveza o la tabla de charcuterie… pero olvidamos que son mucho más que eso. Son una bomba de sabor, historia y salud que merecen brillar también dentro de la olla, el horno y hasta en el mortero.
Vivimos en una época marcada por la polarización: política, social, cultural y hasta empresarial. En este contexto, los liderazgos duros y personalistas parecen encontrar terreno fértil, apoyándose en la confusión, la sobreexposición a información en redes sociales y, en muchos casos, en la pérdida de criterio de quienes no han fortalecido su propio liderazgo interno.
La conversación en torno a la soberanía digital está cobrando fuerza en todo el mundo. En el clima actual de incertidumbre geopolítica y competencia tecnológica, es tanto natural como necesario que las naciones busquen un mayor control sobre su futuro digital. El verdadero problema no es si los países deben perseguir la soberanía en sectores críticos, sino cuál es la mejor manera de lograrla.
Las discusiones sobre inteligencia artificial ya superaron la fase “futurista”, cuando muchos hablaban de plataformas complejas, equipos especializados y altas inversiones. Era un movimiento limitado a empresas con una estructura tecnológica madura y robusta. Esto cambió rápidamente con la incorporación de la tecnología en los dispositivos móviles. Hoy, la IA dejó de ser una promesa distante para convertirse en una herramienta práctica que ya transforma operaciones en distintos sectores a partir de un simple toque en la pantalla de un smartphone, por ejemplo.
El NAD⁺ actúa como regulador del metabolismo energético en las células. En términos deportivos, esto se traduce en una mayor eficiencia en la producción de ATP, la molécula energética que alimenta cada contracción muscular. A medida que envejecemos, los niveles de NAD⁺ disminuyen, lo que puede provocar fatiga, pérdida de fuerza y menor capacidad de recuperación.