Pia Arismendi

Hay gestos que, por su fugacidad o por ocurrir en un espacio tan íntimo, escapan a menudo al análisis. Uno de esos momentos electrizantes es, sin duda, sonreír en medio de un beso. No hablo de la risa nerviosa al inicio, ni de la simple alegría post-contacto. Me refiero a ese instante exacto, en el top de la conexión, donde los labios siguen unidos, pero los músculos de la mejilla se activan, los ojos se estrechan y una curva se dibuja discretamente. Es, para mí, el más puro acto de honestidad corporal. 


La Rendición de la Seriedad 


Después de experienciar este fenómeno, he llegado a la conclusión de que el beso, especialmente el apasionado, es un acto inherentemente serio. Requiere concentración, entrega y una pausa en la realidad. La sonrisa, en cambio, es la rendición inmediata a la ligereza, la aceptación de la alegría. Al fundirse ambos, se produce una disonancia fascinante: el cuerpo está realizando el acto máximo de intimidad física, mientras que el espíritu, a través de esa leve contracción facial, susurra: "Esto es exactamente donde quiero estar, y me hace inmensamente feliz". 


Es un micro-movimiento que rompe la formalidad del momento sin romper el contacto. 


Un Gesto Sin Traducción Verbal 


La belleza de este gesto reside en su imposibilidad de ser verbalizado. Si uno se separara para decir "esto me hace muy feliz", el hechizo se rompería. El lenguaje hablado exige tiempo, interrumpe el ritmo y, de alguna manera, disminuye la emoción al tener que reducirla a palabras. 


La sonrisa durante el beso es la comunicación no verbal en su máxima expresión. Es un feedback instantáneo, íntimo y poderoso que le dice al otro: "No solo te deseo, sino que me divierte y me fascina el acto de desearte. Me siento seguro/a, estoy en el paraíso, y no puedo contener esta oleada de satisfacción". Es, en esencia, la prueba de que el corazón se ha filtrado en la coreografía de los labios. 


Sonreír para Recordar 


En un mundo saturado de gestos para las redes sociales, este acto es radicalmente genuino. Nunca se sonríe en un beso para una cámara. Es un momento exclusivamente para los dos participantes. 


Personalmente, lo considero una medida de la verdadera conexión. Un beso puede ser técnicamente perfecto, pero la sonrisa en medio es la chispa que lo transforma de una mera acción física en un recuerdo imborrable. Es la firma del alma en el pacto de los labios, el sello silencioso que confirma que, en ese instante, el amor, la euforia o la profunda conexión humana no solo se sintieron, sino que fueron tan incontrolables que se manifestaron a través de una simple, pero gloriosa, media sonrisa. Es el lenguaje secreto de los amantes más felices

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