Bajo la capa de laca brillante y las melodías pegadizas, el fenómeno Hairspray es una obra de complejidad fascinante para el análisis cinéfilo, un raro cruce de caminos donde el cine underground se encuentra con el gran espectáculo de Hollywood. Su ADN se remonta a la película original de 1988, concebida por el iconoclasta rey del trash de Baltimore, John Waters. En la visión de Waters, la historia de Tracy Turnblad, la adolescente "gordita" con sueños de bailar en televisión en el segregado Baltimore de 1962, era una sátira ácida, un caballo de Troya para criticar la hipocresía del "Sueño Americano" y la discriminación contra lo diferente, ya sea por talla, raza o estilo.
La conversación en torno a la soberanía digital está cobrando fuerza en todo el mundo. En el clima actual de incertidumbre geopolítica y competencia tecnológica, es tanto natural como necesario que las naciones busquen un mayor control sobre su futuro digital. El verdadero problema no es si los países deben perseguir la soberanía en sectores críticos, sino cuál es la mejor manera de lograrla.
Las discusiones sobre inteligencia artificial ya superaron la fase “futurista”, cuando muchos hablaban de plataformas complejas, equipos especializados y altas inversiones. Era un movimiento limitado a empresas con una estructura tecnológica madura y robusta. Esto cambió rápidamente con la incorporación de la tecnología en los dispositivos móviles. Hoy, la IA dejó de ser una promesa distante para convertirse en una herramienta práctica que ya transforma operaciones en distintos sectores a partir de un simple toque en la pantalla de un smartphone, por ejemplo.