Columnas de opinión

Por Dr. Luis Montel es especialista en medicina deportiva, traumatología, estética, nutrición y anti-envejecimiento.


En un mundo donde la longevidad se ha convertido en un deseo (obsesión, preocupación) colectiva, la ciencia comienza a revelar secretos que podrían cambiar nuestra forma de envejecer. 


Uno de los hallazgos más fascinantes de 2025 proviene de un estudio publicado en Biology, que analizó a más de 4.800 personas entre 20 y 69 años. La conclusión fue contundente: quienes practican entrenamiento de fuerza regularmente tienen telómeros más largos, lo que equivale a hasta ocho años menos de envejecimiento biológico. 


Los telómeros, esas diminutas estructuras que protegen los extremos de nuestros cromosomas, son como relojes biológicos. Su acortamiento está vinculado al desarrollo de enfermedades y al deterioro celular. Pero el ejercicio de fuerza —sí, levantar pesas, hacer sentadillas, empujar el cuerpo al límite— parece tener el poder de conservar su longitud, protegiendo así nuestro ADN. 


La clave está en los procesos celulares que se activan durante el entrenamiento: se reduce el estrés oxidativo, disminuye la inflamación y se potencia la actividad de la telomerasa, la enzima encargada de mantener los telómeros intactos. Aunque el ejercicio aeróbico también tiene beneficios, el estudio pone el foco en la fuerza muscular como herramienta clave para la longevidad celular. Esta teoría desplaza la atención exclusiva que antes se daba al cardio, haciendo que se retrase el envejecimiento y que los 50 años sean los nuevos 40. 


Pero, ¿cómo traducir la ciencia en acción? Aquí una propuesta de rutina semanal, diseñada para mantenerse activos y jóvenes cromosómicamente, sin necesidad de vivir en el gimnasio. 


Día 1: Activación total. Comienza la semana con ejercicios compuestos que involucren grandes grupos musculares: sentadillas, press de pecho, remo con barra. El objetivo es despertar el cuerpo y activar la maquinaria celular. 


Día 2: Recuperación activa. Camina al aire libre, haz estiramientos profundos o yoga suave. Este día no es de descanso absoluto, sino de regeneración consciente. 


Día 3: Fuerza funcional. Trabaja con tu propio peso: dominadas, fondos, planchas. Estos movimientos mejoran la coordinación neuromuscular y fortalecen el núcleo, clave para la longevidad. 


Día 4: Potencia y resistencia. Incorpora movimientos explosivos como saltos, kettlebell swings o sprints cortos. Este tipo de estímulo mejora la capacidad mitocondrial y mantiene la juventud celular, unido a una dieta balanceada. Los carbohidratos deben ser de alta calidad, preferentemente de absorción lenta. Mantener la glucosa en límites muy bajos, con un dosis gentil de fibra vegetal y proteínas de alto valor. Si valoramos mejor la calidad que la cantidad, nuestro ADN responderá conservándose mejor. 


Siempre consulte con su médico primario cualquier cambio de dieta o la incorporación de rutinas de entrenamiento.


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