Si tuviera que elegir un solo gesto que defina el verdadero desarrollo de una relación, más allá de las palabras o el tacto, elegiría el contacto visual. Es el lenguaje más primitivo, honesto y directo. Para mí, el acto de sostener la mirada no es simplemente ver; es un acto de permiso y compromiso que moldea la intimidad desde las primeras etapas hasta la consolidación del vínculo.