Cuando se analiza una relación a largo plazo, a menudo nos centramos en los grandes hitos: la mudanza, los desafíos superados. Sin embargo, para mí, el verdadero indicador de salud y vitalidad reside en algo mucho más sutil y a menudo subestimado: el coqueteo mutuo. Es la chispa que se niega a morir, el recordatorio constante de que la pareja no solo comparte un pasado y un futuro, sino que todavía se elige activamente en el presente.